Lunes, 6 de Mayo de 2024

Massa y Urtubey detrás de Bossio: La mano que mece la cuna

La jugada política de la que Diego Bossio es la cara visible y que le ha costado más de una decena de legisladores al FpV deja mucha tela para cortar. Sobre todo, el interrogante de quién es el verdadero autor intelectual de la movida, cuál el verdadero motivo y cuáles las posibles intenciones futuras. Una muestra más de que se necesita una verdadera reforma de la Ley electoral.

07-02-2016



Por Silvana Varela

Restarle capacidad política a Diego Bossio, sería un error. Pero creer que es el responsable del desprendimiento de una parte del bloque de diputados nacionales, ahora divorciados del kirchnerismo y recuperando su apellido de siempre, "justicialismo", también es un error. Bossio es, simplemente, la cara visible de una jugada política mucho mayor, y con varas manos que mecen la cuna.

Diego Bossio ha sido, desde el inicio de su carrera en la política, un buen alumno. Aquel que supo pararse en el momento justo en el lugar indicado; adular lo que se necesitaba adular; aplaudir lo que se aplaudía, y elegir buenos padrinos. También es cierto, supo hacer las cosas como se le pedían; mantuvo una buena administración en Anses y fue la cara de muchas de las políticas sociales que se convirtieron en ícono de la gestión anterior.

Pero a la hora de las urnas, eso no siempre acompaña. Al igual que muchos encumbrados hombres y mujeres que forman parte de un gabinete nacional, no siempre son profetas en su tierra. La mayoría de ellos, puestos a competir en sus distritos, no mueven el amperímetro, pero muchas veces, acompañados de una superestructura logran cargos electivos mayores. Y Bossio estuvo muy cerca de comprobarlo cuando era uno de los anotados en la carrera por la gobernación, que terminó declinando antes de lo previsto. Incluso, dicen, antes de que se lo pidieran.
Quizá nunca se sepa la verdad sobre esa decisión. Hay versiones sobre "ataque de pánico", pero también las hay en dirección contraria, y dicen esas otras versiones, que sintió que el "baño de humildad" era para él y tras la declinación, vino una etapa de depresión. También se sabe, Aníbal Fernández le llegó a ofrecer compartir fórmula y el propio Daniel Scioli luego le prometió convertirlo en Ministro de Infraestructura si llegaba a la presidencia.

Lo cierto es que Bossio parecía ser el mejor de los alumnos que pasó por Anses. El que había superado a Sergio Massa quien dejó el FpV cuando el gobierno nacional aseguraba que no se animaría a hacerlo; y el que había superado también a Amado Boudou, quien si bien siempre fue fiel, trajo consigo varias complicaciones. Pero parecer y ser, no siempre es lo mismo.

Hace algunas semanas dio el primer indicio. Compartió asado con Sergio Massa y Juan Manuel Urtubey en Pinamar. Justo cuando Mauricio Macri consideró, desde Davos, que Massa sería un "buen presidente del PJ", y sin querer, le cerró la puerta de un posible regreso. O al menos de una de las posibles estrategias. Tal vez allí mismo, Bossio cerró el trato de su nueva tarea y se convirtió nuevamente, en un buen alumno, pero ya no dentro del mismo espacio que compartía con sus antiguos compañeros, sino de la carrera que cree, está por venir.

En esa carrera está el futuro del peronismo y la palabra "renovación" es la que más se escucha. Por ahora, y en ese marco, Sergio Massa y Juan Manuel Urtubey "pescan" en las mismas aguas y a futuro, pueden ser adversarios electorales, pero hoy, comparten objetivos.
Massa es ante todo, y lo ha dicho Buenos Aires 2punto0 en más de una oportunidad, massista. Y va a hacer lo que crea necesario para intentar llegar a su objetivo personal, a cualquier costo. No es considerado un "buen pagador". La mayoría de sus circunstanciales acompañantes de dirigencia lo sufrieron en carne propia y padecieron el desdén y el olvido del tigrense cuando aumentaba el harén con nuevos nombres más interesantes.
Pero a diferencia de otros que han tenido su cuarto de hora de fama electoral y tras perder una elección general desaparecieron o se licuaron, Massa proviene de la política e intenta aprender de sus errores. Uno de ellos, tal vez el mayor, fue creer que con la "imagen" y los medios nacionales para transmitir su discurso alcanzaba. Massa no tuvo ni tiene estructura propia real más allá de algunos distritos bonaerenses y sabe que para cualquier intento de candidatura presidencial, es imprescindible. Lo aprendió tarde, pero tiene a su favor el almanaque.

Urtubey, en cambio, ya es gobernador. Uno de los reelectos en la última elección general. Uno de los que veía bondades en el "modelo" de la gestión kirchnerista, pero que ya en el último tramo de la campaña de Scioli comenzó a marcar diferencias. En especial, cuando el candidato presidencial no se desmarcó de la figura de Cristina Fernández tanto como hubieran querido algunos. Urtubey también tiene aspiraciones presidencialistas. Y su target podría ser similar al de Massa, por eso por ahora, "pescan juntos".

Ambos tienen motivos para apadrinar la jugada. Massa, ya se sabe, acordó cargos a cambio de garantizar "gobernabilidad" al oficialismo. Creía que lo iba a poder lograr con mayor comodidad en la provincia de Buenos Aires donde incluso en la negociación se quedó con la presidencia de la Cámara Baja, pero el tiro le salió por la culata y hasta ahora, el protagonismo de la posible gobernabilidad pasa por los intendentes peronistas y no por el massismo. Urtubey, como otros gobernadores, necesita garantizar su propia gobernabilidad, que no depende del quorum sino de la capacidad de la billetera y de la posibilidad de avanzar con las obras prometidas.
En eso, el macrismo no es diferente a ningún antecesor. No sólo Cristina Fernández fue criticada por el manejo discrecional a la hora de decidir obras, sino que también lo hizo antes Carlos Menem (incluso con los ATN) y lo hace ahora Mauricio Macri. Hacer obras en el interior no es sinónimo de federalismo. El federalismo bien entendido sería descentralizar recursos, girarlos a las provincias y que sean éstas las que decidan qué obras necesitan.
Pero Macri, a diferencia de CFK, necesita quorum. Precisa poder asegurarse que algunos de sus controversiales proyectos tengan tratamiento en el Congreso y cuenten con la aprobación parlamentaria, para dejar de emitir decretos, una de las medidas más cuestionada de su corta gestión. Y para eso, necesitaba reducir el número de legisladores del FpV y tener un interbloque que le sea funcional, o con el que al menos, pueda negociar en otros términos.
Allí es donde entran Massa, Urtubey y Bossio. Ahí es donde comienza la cadena de favores y donde Bossio se convierte una vez más, en un buen alumno.

Massa necesita que Macri pueda gobernar. Incluso, para intentar ser él su némesis y no dejarle ese lugar al peronismo, porque en 2017 intentará convertirse en Senador nacional por la provincia de Buenos Aires y volverá a competir en el terreno que más conoce, que es el bonaerense. Se enfrentará, posiblemente, a un Daniel Scioli que buscará regresar al ruedo electoral para tener, quizá, una nueva chance presidencial en 2019. Urtubey necesita diferenciarse ahora, salir a plantar bandera en un espacio que quiere conquistar a nivel nacional y garantizar fondos para Salta. Bossio, en ese marco, es el simplemente, quien pone la cara; quien casi se ha convertido en un legislador que responde al gobernador de Salta, casi como si hubiera sido elegido por esa provincia.

REFORMA ELECTORAL, UN PEDIDO A GRITOS

La discusión de fondo que debería venir en un futuro no muy lejano, es a quién pertenecen las bancas.
El macrismo promueve una reforma a la Ley electoral en la que intenta aprobar la boleta única electrónica para todo el territorio argentino, para las elecciones de cargos nacionales.
Tal vez, alguien debería proponer que la reforma incluya otros ítems, como por ejemplo, dejar especificado que las bancas son de los partidos y no de los individuos, algo que debería ser así por lógica desde el momento en que los cargos legislativos no son individuales y el elector hace su opción con una boleta que incluye muchos nombres y se identifica con un sello partidario, pero que en la práctica, al no estar especificado, le permite a cualquier legislador salirse del espacio que lo llevó a ocupar una banca y hacer su propio juego.

También deberían reverse los requisitos para ser candidato.
Desde hace algunos años, impulsado en su momento por Eduardo Duhalde, se produjo una apertura hacia el concepto de "extrapartidario", lo que significó que quienes no estaban afiliados a un partido político, de todos modos pudieran ser candidatos de ese espacio. Pero esta fue la puerta para cientos de saltos de garrocha, que el peronismo, hasta ahora, no quiso evitar porque muchas veces se vio beneficiado de esos saltos.
Si la Ley electoral, en cambio, solicitara como requisito una pertenencia de afiliación superior a los dos o tres años, no sólo evitaría muchos de esos saltos, sino que además le impediría a quienes obtuvieron cargos ejecutivos dentro de un espacio, cambiarse de camiseta a mitad de camino y disputar la siguiente en otro partido.

Tanto Diego Bossio como Sergio Massa, entre muchos otros, son beneficiarios de este régimen laxo que hoy tiene la Ley electoral y que tal vez ya sea hora de modificar si se quiere realmente jerarquizar los partidos políticos y que el ejercicio de la democracia se dispute en las urnas, confrontando ideas, y no en un viaje, un escritorio o un asado,



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